Ну что сказать, начатое надо доводить до конца

Попробуем перевести вторую часть главы из нового романа Soledad Puértolas Mi amor en vano.
Дата начала семинара: 3 августа 2013 года.
Срок предоставления переводов: 3 сентября 2013 года.
Обсуждение: с 4 сентября 2013 года.
!Suerte y adelante!
Soledad Puértolas
Mi amor en vano
Pero la nostalgia hace daño, dijo al cabo de un rato. Hace unos años, solía reunirme con unas amigas que aún seguían en el mundo del teatro y del espectáculo. Algunas veces, escuchábamos las maquetas y los discos que unas y otras habíamos grabado. Pero empecé a sentirme ajena a ellas. Me dolía escuchar mi voz allí, mi voz, que ya no tenía un público, y de la que me había sentido siempre tan orgullosa. Mis amigas elogiaban mi voz, desde luego, y se enfadaban conmigo por haber dejado mi carrera de cantante y de actriz. Por entonces, aún posaba de modelo de vez en cuando. En eso, casi todas eran como Dani. Y como Eugenio. No lo entendían. El público era absolutamente necesario para ellas. Entregarse a una sola persona -porque eso es lo que hace la modelo que posa, entregarse- les parecía un desperdicio. El público ha de ser numeroso.
Cada vez tenía menos cosas que hablar con ellas. Cuando te alejas de alguien, dejas de ser generosa y, sin generosidad, no es posible la amistad. El rato que pasaba con ellas, en lugar de ser placentero, un paréntesis en mis obligaciones, empezó a lastrarme.
Hay un día en el que te sientes cansada y te dices que ya no vas a hacer el esfuerzo de salir de casa para encontrarte con unas personas que te resultan casi indiferentes, que han dejado de pertenecer a tu vida. En el momento en que eso ocurre, ya no puedes volver atrás, no puedes recuperar la personalidad que te llevaba a esos encuentros y esas conversaciones. Prefieres estar sola. Pedirías mucho más de lo que te dan, asi que te repliegas. Sucede de forma natural, sin que te lo hayas propuesto. Eso supondría hacer un esfuerzo, y ya no quiero hacer esa clase de esfuerzos.
Aún debo esforzarme algo cuando voy a ver a mi madre o cuando Inés, mi suegra, me llama para que la acompañe a algún sitio o, simplemente, para quejarse. Con esos esfuerzos tengo bastante. A veces les cojo a las dos, a mi madre y a Inés, una manía espantosa. En cierto modo, más a mi madre, porque la conozco más y la he sufrido más. Pero Inés también me irrita mucho. No quisiera acabar como ellas. No sé quién es más egoísta de las dos. A mi madre no se le pasa por la cabeza que yo tenga otra cosa que hacer, creo que está convencida de que pasar las tardes con ellas es mi deber. Va unido a mi condición de hija suya. Nunca me pregunta si echo de menos cantar o actuar. Pero algunas veces le dice a alguien que en la calle se detiene un momento para saludarla: Sí, es mi hija, tiene una voz maravillosa, es cantante.
Cada vez que la escucho decir eso o algo parecido siento un estremecimiento de asombro. Así que mi madre es consciente de eso, me digo. Mi voz es importante para ella. Porque el tono de su voz refleja, cuando lo dice, cierto orgullo, incluso una dosis de emoción, como si también ella hubiera soñado alguna vez con mi triunfo. Entonces pienso que puede producirse un pequeño milagro, que mi madre y yo tenemos algo íntimo y valioso en común, y siento su mano apretando mi brazo y la miro con disimulo, pero no puedo captar la expresión de sus ojos. Ella sigue mirando hacia adelante, o hacia abajo, hacia el suelo que pisa, para no tropezarse. No vuelve a mencionar mi voz.
Le he ido cogiendo gusto al anonimato, dijo Dayana, después de un silencio. Me siguen doliendo, cuando las recuerdo, las ofensas y pequeñas humillaciones que he padecido, la voluntad que he percibido claramente en algunas personas de hacerme daño, incluso la indiferencia, todo eso no lo puedo olvidar, aunque lo cierto es que cada vez lo recuerdo menos, aunque sepa que sucedió, que sigue estando allí, donde sea, pero muy lejos. Ya no puede hacerme daño, al fin estoy libre de eso, del peligro de que alguien me haga daño. Soy ya una persona distinta, todo eso le hizo daño a la persona que yo era entonces, pero no a la que soy ahora. Incluso
tengo la fuerza o la capacidad de proteger, al cabo del tiempo, a la persona que fui, la que sufrió, aunque esto suene un poco absurdo, un poco irreal.
Ya no tengo que vengarme de nada, he dejado la venganza en manos de la vida. No he tenido que tomar ninguna decisión. Ser anónimo significa ser libre. El ser anónimo no está continuamente en el punto de observación de los otros, su vida tiene menos testigos, menos espías. Me ha cansado tanto sentirme objeto de observación que cada vez que caigo en la cuenta de que soy ya una persona absolutamente anónima me invade una sensación de liberación, casi de felicidad.