Уважаемые дамы и господа! Сим объявляется открытым
Испанский семинар № 23. К переводу предлагается рассказ аргентинского писателя
Juan-Jacobo Bajarlía. Давно было пора вплести фантазийную ленточку в ковер наших переводов. На радость физикам-лирикам
Как всегда, краткие ссылки.
Juan-Jacobo Bajarlía es poeta, cuentista, ensayista, novelista y dramaturgo. Nació en Buenos Aires el 5 de octubre de 1914. Bajarlía fue uno de los introductores del vanguardismo en la Argentina. Entre 1948 y 1956 dirigió la revista Contemporánea y formó parte del Movimiento de Arte Concreto-Invención. Recibió numerosos premios y distinciones, entre los que cabe destacar la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1962), el Mystery Magazine Ellery Queen's (1964), el Konex de Platino (1984), el Premio Municipal de Teatro (1962), el Premio del Fondo Nacional de las Artes (1962) y el Premio Boris Vian (1996).
Sus cuentos, una estructura en la que se mezclan lo fantástico, la ciencia-ficción y la metafísica, integran varias antologías. Como dramaturgo escribió y estrenó La Esfinge (1955), Pierrot (1956), Las troyanas (1956), La billetera del Diablo (1969). Su drama Monteagudo (1962) obtuvo diversas distinciones. Escribe novelas policiales con el seudónimo de John J. Batharly, entre las que debemos mencionar Los números de la muerte (1972) y El endemoniado Sr. Rosetti (1977). Considerado en su calidad de narrador, Leopoldo Marechal llamó a Bajarlía "zoólogo de la monstruosidad". Hopkins, desde Berkeley, dijo que "sus máquinas del tiempo dejan de ser instrumentos mecánicos para convertirse en dimensiones metafísicas". Su libro de poesía La Gorgona (1953) fue traducido al alemán y sobre dicha traducción Esteban Eitler compuso Música Dodecafónica, estrenada en Bruselas, en 1954. Fue colaborador del diario Clarín y actualmente colabora en La Nación, La Gaceta de Tucumán, La Prensa y otros diarios de la Argentina.
Es actualmente vicepresidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).Если кому интересно,
официальный сайт автора.
А также более развернутая биография и
интервью с ним.
Своим волюнтаристским решением объявляю, что данный семинар будет не анонимным, поэтому переводы будете выкладывать сами, обсуждения пройдут с поднятыми забралами. Сделаем перерыв, потом решим, вернемся ли к маскам или как.
Напоминаю, что как всегда, наши упражнения носят характер sin lúcro, а все авторские права должны быть сохранены и проч. Учитывая новогодные и прочие праздники, срок семинара довольно большой. Будем надеяться, что к началу февраля наберется побольше участников
Дата открытия семинара:
26 декабря 2010 года.
Срок предоставления переводов:
7 февраля 2011 года.
Начало обсуждения переводов:
8 февраля 2011 года.
Всех с наступающим Новым годом! С Рождеством! Хорошего настроения, здоровья, успехов и удачи во всех начинаниях! !Suerte y adelante!
La civilización perdidaA Arturo Peña LilloComenzó a desintegrarse, a diluirse lentamente en una trasparencia. Se convirtió en una sustancia lechosa, algo así como una nube que se originaba por ectoplasmia. Pero no perdió sus límites. Ahora era un marciano que habitaba en la Tierra en el año 5.000. Se elevaba en el espacio para aterrizar sobre otra calle, perdida cinco milenios antes. Sobre cierta calle donde dos seres en un café ordenado mediante botones automáticos, veían a un tercero que se agachaba para recoger una extraña medalla carcomida, que tenía una rayita en el centro y una a en el borde derecho. Los marcianos (para ese entonces) hacía ya tres mil años que se habían apoderado de la Tierra en la guerra de los mundos. Y era muy poco lo que de ella decían los libros conservados (en realidad eran tres: el Aletés, de Luciano de Samosata, el Kama-Sutra y el Hamlet). Pero tampoco sugerían nada acerca del hallazgo. El marciano miró detenidamente el objeto circular que había levantado frente al café automático, asiento de aves técnicas que estafaban a los viajeros espaciales. Acercó la lupa y pudo observar la superficie borrosa de donde salían la rayita y la letra. Pero no pudo descifrar lo que creyó una inscripción latina. Impaciente ya, se dirigió al Instituto Para la Investigación; de la Ciencia Joven. Depositó el objeto circular (la extraña medalla) y solicitó su análisis. Después hizo funcionar los eyectores atómicos ajustados a la espalda, y desapareció al otro lado de un cráter, a mil kilómetros del Instituto. Y aquí comienza la perisea ("odisea" dirían cinco mil años atrás) del connubio de sabios del Instituto Para la Investigación de la Ciencia Joven. Su capismafi
(algo así como "capo mafioso", jefe de secta) dispuso que el objeto circular pasara al Laboratorio Interplanetario de Lavaje Cósmico. Pero las lavativas (no olvide el lector científico que el lenguaje es totalmente diverso) no pudieron restituir el círculo a su expresión específica. Lo enviaron entonces al Museo de Deformaciones y Alargamientos. El objeto circular seguía cerrado a las intenciones de descubrir esa negrura que indudablemente ocultaba algo. No era posible creer que una rayita y un bostezo (la letra a), fueran suficientes para desorientar la potencia de los marcianos. Fue el instante en que el director del Instituto resolvió consultar a los habitantes de los otros planetas. Y hubo una reunión de seres superdotados donde se discutió acerca de lo que significaba la medalla, sus caracteres y lo que posiblemente faltara de la inscripción. Uno de ellos (un saturniano trasparente, con dos anillos que le daban vuelta por el vientre), dijo con voz metálica:
—Creo que ya tengo la solución. Se trata de una civilización perdida que floreció en un planeta diminuto llamado Tierra, cinco mil años atrás. Sus habitantes, unos seres pequeñitos y ridículos que solían ayuntarse con sus parejas mediante una excrescencia longitudinal que casi siempre supuraba, habían levantado una torre para escalar el espacio interplanetario. Pero sucedió que su pequeñez se convirtió en soberbia. Y fue tanto su gozo que confundieron el habla. Cada uno se expresaba en un lenguaje distinto.
Y acabaron por confundir la ciencia de la estructura con el espesor de las intenciones, generalmente húmedas. Y de esta manera, imposible ya para conectarse entre sí, comenzaron a derrumbarse. Los bloques de la torre se precipitaron al vacío. Sus constructores, con excepción de uno de ellos, murieron todos. El saturniano, cansado de hacer tanta memoria (se ayudaba por medio del complejo ESP, extra sensory perception) descansó un instante y recurrió a la diapsiquia paracrónica. Después, rascándose la segunda argolla que adhería a su abultado vientre esférico, sentenció:
—El que se salvó de ese asalto al espacio mediante la torre, llevaba los gérmenes de una futura destrucción. Inabolible descendiente de un superanciano llamado Noé que solía emborracharse continuamente, concibió la idea de fabricar un líquido que embriagara como el vino sin que contuviera lo que los terresianos llamaban alcohol. Y así lo hizo. Pero no tuvo aceptación. Sin embargo trasmitió al hijo la fórmula del caso. Y éste la mejoró y no triunfó. Y volvió a trasmitirla a su hijo. Y así, de hijo en hijo hasta que pasaron cinco mil años. Y al límite de este tiempo, de cuya fecha hasta ahora han trascurrido otros cinco mil años, el hijo del hijo del hijo de los hijos, promovió una gran civilización basada en la botella. Era un símbolo que remedaba la excrecencia longitudinal que distinguía a los terresianos, hoy extinguidos como raza. O para ser más exacto: convertidos en microorganismos de mutantes que giran entre los neutrinos del sistema solar. Pues bien. Este símbolo fálico que era la botella, los llevó a imaginar la fórmula de un líquido evolucionario. Se sentaban a comer y siempre tenían una botella a su alcance. Se reunían para discutir sobre ciencia y alguien traía siempre una botella igual, llena de la misma fórmula. Se ponían de acuerdo para hablar de poesía o destruir la reputación de sus colegas, y siempre empinaban la botella. Si faltaba este símbolo, los terresianos
bostezaban como pidiendo que les introdujeran el gollete de la botella. Y esta botella tenía un objeto circular que la tapaba, cuya inscripción no puedo precisar. Pero que es el sello de una civilización perdida.
Un segundo saturniano, lleno de nostalgia, agregó:
—Una de esas botellas cayó en Saturno, en la guerra de los mundos.
—¿La tienen aún? —preguntó el jefe marciano del Instituto Para la Investigación de la Ciencia Joven.
—Se desintegró en contacto con las cosmosferas piréticas que los terresianos llamaron anillos de Van Allen.
Al llegar a este punto, el cónclave resolvió auxiliarse mediante fotones que ponían en movimiento células fotoeléctricas, las cuales trasmitían, a su vez, órdenes electrónicas al Gran B.B.I.D.E. Cibernius. Después colocaron el objeto circular en la gaveta B. B. Alfa-Infinito. Se encendió una luz verdosa y, en seguida, sobre la pantalla de Cibernius aparecieron las letras c-h-a. Luego otra c y otra a. Esta a quedó a la izquierda de la rayita en el diagrama luminoso que reflejaba la pantalla. Inmediatamente aparecieron algunas palabras terresianas (familias de palabras muy peculiares) intercambiadas en la torre prehistórica, junto con otras mucho más recientes: carca, careando, cacona, carcajear,
coreo, corcova, cóncavo, cargolla, concha, chando, lola... El saturniano que había hablado de la civilización perdida, dio un salto y se arrojó de doble círculo (los terresianos habrían dicho "de panza"). Luego gritó:
—¡Ahora recuerdo! Concha... lola. ¡La concha de la lola y la chapa de Coca-Cola! ¡Sí, señores robutiesos! ¡Fue la civilización de la Coca-Cola!
El silencio se hizo paralizante. Sólo se oía el jadeo de los fotones. Pero el Gran B. B. I.D. E. Cibernius, seguía funcionando. Su pantalla mostraba ahora la inscripción restaurada del objeto circular. El saturniano tenía razón. Lo que el marciano había recogido frente al café automático, no era una medalla sino la chapita de una botella de Coca-Cola, elemento muy apreciado por esa civilización perdida hacía 5.000 años.